El 14 de Mayo de 1997 Mons. Raúl López Mayorga, obispo de Latacunga procedía a la erección como casa religiosa en la población de Salcedo, del Monasterio Cisterciense de Santa María del Paraíso que, habitado por monjes cistercienses venidos de la Abadía de S. Isidro de Dueñas, en España, constituye la primera presencia monástica masculina en la Iglesia del Ecuador:
Nos, Mons. Raúl López Mayorga Por la Gracia de Dios y de la Sede Apostólica OBISPO DE LATACUNGA.
DECLARAMOS que por las presentes letras, acogemos en nuestra Diócesis a la Comunidad de Santa María del Paraíso de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia para que sea erigida como casa religiosa en Salcedo, territorio de nuestra Diócesis.
Aceptamos el carisma propio de la citada Comunidad en su género de vida íntegramente ordenado a la contemplación a tenor de las Constituciones y Estatutos propios de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia, vida contemplativa que pertenece a la presencia plena de la Iglesia.
Y agradecemos a la Comunidad Cisterciense de S. Isidro de dueñas, Palencia, España, el envío de los monjes para implantar a través de nuestra Diócesis, la vida monástica masculina en nuestro País.
Dado en Latacunga a 9 de Mayo de 1997
Raúl López Mayorga, OBISPO DE LATACUNGA.
Edmundo Viteri Moscoso CANCILLER
Santa María del Paraíso.
La historia de la fundación de esta monasterio comienza a poder ser documentada cuando en el año 1978 Su Eminencia el Señor Cardenal, Arzobispo de Quito, Pablo Muñoz Vega, visita nuestro Monasterio, la Abadía de Santa María de S. Isidro de dueñas, en Palencia, España. Habló a los monjes en la Sala Capitular solicitando, por primera vez, una fundación de monjes para el Ecuador. Era por entonces Padre Abad del Monasterio el R. P. Manuel Pérez. A raíz de esta visita comienza entre su Eminencia y el P. Abad una interesante correspondencia, que se conserva en los archivos de S. Isidro de Dueñas, existiendo copias, ahora, en el Monasterio de Salcedo. Ciertos parrafos de las cartas de Su Eminencia pueden ilustrar de forma cualificada la realidad hoy lograda de la fundación, por eso transcrimos alguno: "Tenemos en Ecuador varios monasterios de Vida Contemplativa de Religiosas; ninguno de Religiosos. Por ello me sentiría feliz de que se iniciara en esta Nación, consagrada al Corazón de Jesús, la Vida Contemplativa de Religiosos varones, y que fuera La Trapa quien hiciera este gran bien a la Iglesia Ecuatoriana". Y concluía: "Tal es la petición que formulo, en la esperanza de que sea la mano del Señor la que trace el camino por donde podamos llegar al santo ideal". Sin duda que aquí su deseo se ha realizado no en cuanto al momento, sí en cuanto al modo: era Dios quien trazaba el camino. En este camino la Providencia dispuso que Su Eminencia viviera su inicio, pero no ahora su final, cosa que tanto hubiera deseado. "No existe en nuestra tierra ningún monasterio de Vida Contemplativa masculina, y por ello me consideraré feliz cuando llegue la hora de inaugurar con Ustedes obra tan preciosa", escribía al P. Abad el 19 de Diciembre de 1980.
No era entonces la hora de fundar pero la historia continuaba segun los planes de Dios y los deseos de los hombres. Otra visita al Monasterio de S. Isidro, esta vez por parte de Mons. Tomás Romero Gross. Obispo Vicario Apostólico de Puyo, venía de nuevo a despertar la antigua invitación a fundar en El Ecuador. Esto ocurría en Noviembre de 1989. Poco después nos llegaba la noticia de su muerte en Quito.
Finalmente una tercera visita en Junio de 1996, esta vez por parte de Mons. Frumen Escudero Arenas, sucesor de Mons. Romero en Puyo, viene a ser decisiva en el desenlace de esta historia: Mons. Frumen acudía a S. Isidro en nombre de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana solicitando formal y oficialmente a la Abadía de S. Isidro la fundación de un monasterio de monjes del Císter en El Ecuador. A partir de este momento, la Comunidad entró en un proceso más serio y urgente de dicernimiento. Además de la petición de Ecuador habían llegado otras peticiones de fundación procedentes incluso de varios continentes: la más insistente de éstas era de Su Eminencia el Señor Cardenal de Lima, Augusto Vargas Alzamora.
Para iluminar el discernimiento la Comunidad decide enviar a dos hermanos a visitar Perú y Ecuador para que ellos conocieran "in situ" la realidad eclesial de ambos países así como las posibilidades reales de fundación. Tal viaje se realizó en Febrero-Marzo del año pasado 1997. Al regreso de los hermanos y tras los diálogos pertinentes el Capítulo Conventual procedió a la votación canónica que decidiría el país de fundación: el resultado mayoritario fué Ecuador. Sin duda que la petición unánime y oficial de toda la Conferencia Episcopal Ecuatoriana fué un factor determinante en estos resultados, ya que suponía una diferencia cualitatitiva, no sólo cuantitativa, respecto de todas las demás peticiones llegadas a S. Isidro: era toda la Iglesia Ecuatoriana, representada por sus Pastores, la que deseaba y pedía la fundación.
Mas una vez decidido el país faltaba buscar el lugar concreto donde asentar el Monasterio. Fué Mons. Mario Ruíz, Arzobispo de Portoviejo y Presidente de la Conferencia, el que buscando lugar apropiado acudió al ilustre matrimonio Ing. Julio Mancheno Lasso y María Sofía Gangotena Jijón. Ellos, movidos por una generosidad digna de todo encomio, a la propuesta de venta de un terreno respondieron con su donación. A los dos meses de la llegada de los monjes moría el Ing. Julio Mancheno y el pasado 24 de Enero moría su esposa. Ellos con su gesto han entrado ya en la historia de la Iglesia de Ecuador al convertirse en los fundadores laicos del primer monasterio de varones de este país. Dios, sin duda, habrá premiado ya con el verdadero Paraíso a quienes tan significativamente contribuyeron con sus bienes a la fundación de esta Casa que, en su misma advocación, intenta recordar al hombre el feliz destino para el que Dios le creó y la dicha eterna que le tiene preparada.
Al decir de nuestras Constituciones: "La vida monástica fielmente vivida está íntimamente unida por el celo por la extensión del Reino de Dios. Los monjes llevan en el corazón esta solicitud apostólica. La vida contemplativa es una forma propia de participar en la misión de Cristo y de la Iglesia y de insertarse en la Iglesia local. En consecuencia, por mucho que urja la necesidad del apostolado activo, no pueden ser llamados los monjes a colaborar en los distintos ministerios pastorales, ni a prestar sus servicios en actividades externas"(ii). Es esta misteriosa fecundidad apostólica, que dimana paradójicamente del ocultamiento ante los hombres y la simplicidad que se queda sólo con Dios, la que nosotros ponemos al servicio de esta Iglesia del Ecuador que nos ha llamado y que con tanto cariño nos ha acogido.
"Anunciaré tu Fidelidad por todas las edades..." (iii)
No podemos acabar este artículo sin hacer mención al hecho de que en este año de 1998 la Iglesia celebra el 9º Centenario de la Fundación del Císter. La larga andadura de la Orden comienza con la salida de Molesmes, monasterio benedictino de observancia cluniacense, de un grupo de 21 monjes deseosos de vivir más rectamente la Regla de S. Benito que había profesado. Mayor soledad, mayor pobreza y más estricta vivencia de la Regla son los detonantes que logran prender, un ya lejano 21 de Marzo de 1098, esta llama que hoy, nueve siglos más tarde, sigue ardiendo en la presencia de Dios e iluminando la vida de los hombres. Por eso en este año de 1998, los y las cistercienses de todo el mundo celebramos el nacimiento de aquella Casa, la Abadía de Císter, que es nuestra madre (Cistercium mater nostra, reza nuestro escudo) y, en ella, nuestro propio nacimiento. Son nueve siglos ininterrumpidos de un carisma muy especial en la Iglesia y no exento de dificultades, pero que es posible porque se ha vivido. Herederos de un árduo pero bello ideal de servicio a Dios y a los hombres allí donde somos más radicalmente indefensos, que es al nivel de la fe y del corazón, valoramos con respeto y veneración el valioso patrimonio espiritual y cultural que la oración y el trabajo de miles de monjes y monjas antecesores nuestros crearon, y que se encuentra reflejado de forma particular en sus escritos espirituales y liturgia, en su arquitectura y arte, en la vida equilibrada y laboriosa de sus comunidades. Santa María del Paraíso es el segundo monasterio cisterciense que se funda en El Ecuador(iv) y el primero con el que entra la vida monástica masculina en esta Iglesia. En este año es bueno recordar que Santa María del Paraíso es fruto también de esta historia nueve veces centenaria. Cada una de las fechas de su árbol genealógico lo enraízan más y más con una tradición que nace y fructifica como un sendero válido de respuesta a Dios y de plenitud humana. Esta mirada al pasado nos hace más dichoso el presente y nos lanza con renovado empeño al futuro, deseosos de poder seguir siendo presencia constante ante el Señor de la Historia, y testimonio ante el mundo de que es siempre posible para el hombre un diálogo con el Dios inefable.
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